viernes, 5 de junio de 2015

Hades era el dios de la muerte, que regía el reino de los muertos. Este dios sombrío y oscuro era hijo de los titanes Cronos y Rea, y como sus hermanos Zeus y Poseidón, que tenían el poder sobre el cielo y los mares, él lo tenía en el mundo que no se veía y que recibió el nombre de Hades.
El mundo de los muertos de los griegos se representaba como un reino bajo la tierra, aunque según algunas fuentes se encontraba en la zona más alejada de Occidente, en el confín del mundo. Tras la muerte, las almas de los muertos llevaban una existencia apesadumbrada e incómoda como espíritus o sombras no corpóreas. Primero llegaban hasta el límite de este reino con Hermes, el mensajero de los dioses, en su tarea de Hermes Psychopompos -«guía de las almas»-
Tras ello, Charon (Caronte) se encargaba de llevarlos en su bote a través de las aguas de la laguna Estigia, que separaba el mundo de los muertos del de los vivos. El barquero sólo hacía su trabajo si recibía a cambio una moneda llamada óbolo. Cual­quier muerto que no hubiese sido enterrado con el óbolo en sus labios vagaría por la tierra sin descanso (ver Charon).
A su llegada, los muertos se sometían al juicio de tres personajes: Minos y Radamantis, antiguos reyes de Creta, y Eaco, antiguo rey de Egina. Después de esto la mayoría de los muertos quedaban despo­seídos de su cuerpo, su sangre y sus emociones, sin conciencia humana en este nuevo lugar para ellos. Una vez que habían bebido el agua del pozo de Letos, que significa «olvido», perdían la memoria de su existencia terrenal. Aunque la existencia en este mundo no fuese una tortura, se trataba de una estancia tediosa, como atestiguó Aquiles al asegurarle a Odiseo, tras su visita al Averno, que prefería ser sirviente en una casa pobre antes que ser rey de todas las almas del mundo de los muertos.

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